Ay Ay ¿quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de vero,
no quieras enviarme de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que yo quiero.
En soledad vivia y en soledad,
ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía,
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronters.
¿Adónde te escondiste, amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste, habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
¿Por qué, pues has llegado aqueste corazón, no le sanaste?
Y, pues, me le has robado.
¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo que robaste?
Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos, pues eres lumbre dellos,
y sólo para ti quiero tenellos.
Descubre tu presencia,
y mátame tu vista y hermosura,
Mira que la dolencia de amor,
que no se cura sino con la presencia y figura.
La noche sosegada en par de los levantes del aurora,
la música callada, la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.
Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.
Autor: San Juan de la Cruz (de España)
Oraciones Católicas - (LA ORIGINAL)
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